miércoles, 14 de diciembre de 2011

"LA GUERRA DE LAS GALAXIAS"


En la séptima década del siglo XX, las pantallas de cine del mundo entero mostraron asombrosas imágenes de sitios estelares habitados por grupos, en ocasiones humanos, o humanoides la mayoría de las veces, en una visión de ambiciones y luchas trasladadas a un nivel, literalmente, cósmico. El universo entero era forzado a someterse al dominio de enfrentamientos absolutamente humanos. La trilogía de películas La guerra de las galaxias, El imperio contraataca y El retorno del Jedi, dirigidas por George Lucas, crearon un espacio estético que reproducía dos temas muy de nuestro tiempo: la necesaria armonía entre el ser humano y el cosmos, y la defensa de inarraigables ideales democráticos frente a cualquier forma de tiranía.

El primer ideal encarnaba en una frase que se hizo célebre: “¡Que la fuerza te acompañe!...” ¿Qué era la fuerza? Tal vez una referencia a cierta espiritualidad muy de nuestros días: esa nueva conciencia definida como New age (Nueva era), que propone la visión del universo como algo vivo del que nada ni nadie podría permanecer al margen; armonía y energía proyectándose desde el interior de cada ser humano hacia el afuera y desde el afuera sobre cada ser humano.

El otro ideal, defendido en “otro tiempo y en otra galaxia muy, muy lejana...” se relacionaba con varias cosas: la defensa de las libertades frente al autoritarismo, la aceptación de las diversidades frente a toda forma de cosificante igualación, una bondad encarnada en la defensa de autonomías colectivas enfrentada a un mal encarnado en la tiranía y la imposición de un pensamiento único.

En La guerra de las galaxias una de las facetas del mal estaba reflejada aparecía encarnado en una figura que terminaría por hacerse legendaria: Darth Vader: terrorífico personaje a quien el “lado oscuro de la fuerza” había transformado en un ser “mitad hombre y mitad máquina”.

(Muy lamentablemente, casi tres décadas después, Georg Lucas, director de la saga, decidió regresar a aquel momento cuando “todo había comenzado”, y el resultado fueron tres nuevos episodios que dejaron en muchos espectadores -en mí, por lo menos- el mal sabor de lo definitivamente malogrado. Particularmente equivocada resultó la tercera y última de las nuevas películas, La Venganza del Sith, que mostraba al muy maléfico Darth Vader convertido en un rapazuelo imbécil y, a la postre, patético y agonizante despojo en las ardientes corrientes de lava de un planeta mortuorio, de donde era rescatado por un compasivo emperador. Así, tras la inicial y muy certera definición de Darth Vader como humana inhumanidad o máquina con rostro humano, Lucas traducía, treinta años y muchísimos millones de dólares después, la patética versión de un Darth Vader cubierto por un disfraz que no era sino el armazón ortopédico que le permitía, apenas, continuar sobreviviendo).