lunes, 23 de enero de 2012

EL DESASTRE, DICE BLANCHOT...

     El desastre, dice Blanchot, implica la “soberanía de lo accidental”; o sea: el azar llevado a su máxima expresión, la anulación de las previsiones y la desaparición de las referencias. Más que realidad objetiva, el desastre podría entenderse como un ritmo que nos rodea. “Todo es ritmo”, dijo Hölderlin. El ritmo es la imagen viva del universo, una encarnación de eso que alguna vez Octavio Paz llamó la “legalidad cósmica”. El ritmo de nuestro presente es el de la abundancia de todo: de imágenes y voces, de gestos y rostros, de productos y desechos, de rapidez y desasosiego. Ritmo identificado con una escritura de tientos y estridencias, de simultaneidades y confusiones, de superposiciones y retazos. O sea: el desastre representado por medio de una escritura que lo refleja y lo revela; escritura “desastrosa” ella misma: desastre de escritura. Para la escritura parodizadora del desastre, todo es nombrable. “Cuando todo está dicho -dice Blanchot- lo que queda por decir es el desastre...”