jueves, 2 de febrero de 2012

EN LA MARCHA QUE POR SIGLOS...

     En la marcha que por siglos relacionó a la universidad con el tiempo que la entornaba, se produjo, en algún momento, una deformación: la de la universidad revolucionaria que pugnaba por producir ella misma, en su seno, los factores de una nueva sociedad. En otras palabras: ya no era el rumbo de la sociedad el que indicaba la evolución de la universidad, sino a la inversa: la universidad debía cambiar a su sociedad. Esto, que parecía acrecentar la importancia de la universidad, significó, por el contrario, su creciente ajenidad del destino social. En las universidades latinoamericanas, la transformación comenzó con los sucesos que condujeron a la Reforma de la Universidad de Córdoba en Argentina, en el año 1918. La Reforma de Córdoba se propuso convertir a la universidad en espacio sujeto a leyes y normas no universitarias. Se cuestionaron, por ejemplo, las ideas de mérito académico y de autoridad. La Reforma de Córdoba pretendía analogizar Universidad y República. Hacer de los estudiantes y profesores, ciudadanos: con iguales derechos ante una nueva ley  universitaria. La autoritas se diluyó al hacerse elegible, fragmentaria, evanescente... La dignidad académica se disolvió entre politiquerías y circunstancialismos. Más allá de cualquier otra aspiración, muchas de nuestras principales universidades parecieron proponerse ser democráticas y sólo eso. Grotesco oximorón: entidad vacía de sentido dentro de una lógica absurda.