jueves, 29 de marzo de 2012

A LA PREGUNTA ¿QUÉ BUSCO AL ESCRIBIR?...

     A la pregunta ¿qué busco al escribir? Creo haber ido hallando, con los años, mi propia respuesta: escribo para expresar descubrimientos y curiosidades, para organizar comprensiones y enfrentar la confusión, para conjurar el natural desconcierto o el tedio. Escribo mucho más que para expresar el mundo, para reconocerme dentro del mundo colocándome al lado de mis curiosidades y comprensiones e inventando un cierto diseño para mi vida. Escribo porque escojo; porque me es imposible decirlo todo y escribir me enseña a no decir de más, tampoco de menos: sólo lo preciso, lo necesario. Escribir me enseña, pues, a callar. O lo que es lo mismo: escribir me enseña a valorar el silencio. Paradójicamente, quizá escriba porque aprendí a amar y, sobre todo, a entender el silencio. Escribo para comunicar curiosidades, comprensiones. Mi palabra es un monólogo que es, a la vez, diálogo incesante conmigo. Escribo porque me propondo dialogar con el mundo y con mi mundo; monólogo-diálogo con el que aferrarme a mi lucidez y a mis espejismos, a mis propósitos y a mis obsesiones. Escribo como una forma de decirme, de mostrarme, de inventarme. Escribo como un acto de preservación: frente al siempre precario y azariento afuera, conjuro con mis palabras el albur del día a día y me enfrento a lo amenazante o tedioso o reiterativo.