viernes, 25 de mayo de 2012

KAIROS Y CRONOS...


Nuestro tiempo nos construye. Cuanto acontece gira a su alrededor. Los antiguos griegos lo concibieron de dos maneras a las que dieron dos nombres diferentes: Kairos y Cronos. Cronos era la visión de lo temporal tal y como comúnmente la entendemos: irreversible sucesión de momentos que van construyendo itinerarios, historias, vidas. Kairos era el tiempo interior, temporalidad existencial haciéndose, deshaciéndose y rehaciéndose al interior de cada conciencia humana. Kairos: tiempo del mundo interior humano donde los recuerdos y los propósitos se entremezclan con el presente y con un anhelo de futuro; tiempo selectivo que, arbitrariamente, escoge iluminar u oscurecer, aumentar o minimizar, perpetuar u olvidar. Contradictoriamente, conviven en Kairos olvidos y obsesiones. Desde él, el ser humano se enfrenta a esa cruel realidad que es Cronos, casi siempre ajena a los deseos y propósitos de los hombres. Cronos dice a los hombres que el mundo y las cosas suelen estar muy lejos de su voluntad y sus deseos. Kairos, por el contrario, va construyéndose junto a pasos y actos, sueños y escogencias, ilusiones y propósitos; permitiéndonos descifrar argumentos en nuestras vidas, hilvanar en éstas el dibujo de un sentido. Cronos expresa la contundencia de una temporalidad que avanza irreversiblemente adentrándose en un futuro siempre desconocido. Señala, también, esa característica esencial del paso de los días: la fugacidad. Kairos, por el contrario, entreteje los vaivenes dictados por la memoria y la voluntad humanas, construyéndonos alrededor de ciertas comprensiones y esperanzas. Mientras Cronos nos desgasta lentamente, Kairos va nutriéndonos de percepciones y verdades, recuerdos y vivencias.