miércoles, 6 de junio de 2012

EN VENEZUELA UNA HISTORIA OFICIAL...

     En Venezuela una historia oficial pareciera haberse convertido en espejo didáctico encargado de reflejar sólo referencias impecables. Los venezolanos aprendemos desde la escuela que la historia nacional válida está compuesta por sumas de escuetas porciones de tiempo. En esos fragmentos se nos enseña a autorepresentarnos, a proyectarnos, a recrearnos. Como especie de paradigma supremo, de instante cenital, el momento de la Emancipación ha cumplido siempre la difícil función de absorber las frustraciones del presente. El juego especular es sencillo: se hace lucir al presente como reflejo desvirtuado  ﷓contrario incluso﷓  de un pasado extraordinario que nos situaba a la cabeza del continente latinoamericano. Si bien como mecanismo dignificador, el artificio puede cumplir su cometido, como iluminación de nuestro ayer, él posee un grave inconveniente: nos desvirtúa. Deformando y  esquematizando nuestro recuerdo, los venezolanos hemos terminado por limitar nuestra historia. Conscientemente hemos olvidado. Voluntariamente parecimos proponernos borrar de nuestro rostro histórico rasgos que eran nuestros, que nos pertenecían y que -por eso mismo- nos definían. Así, las referencias a nuestro pasado suelen ser mediatizadas por curiosos enmascaramientos y deformaciones. Como si nuestra historia nos sugiriese  expiaciones ante culpas que, algo surrealistamente, nos hemos empeñado en asumir. Algunos historiadores insisten, casi con morboso afán, en convertir el recuerdo de todos los episodios no consagrados por nuestra memoria oficialista, en autoflagelación.