miércoles, 17 de abril de 2013

TRAS EL EXCESIVO RUIDO DE TODAS LAS VOCIFERACIONES OPONGO MI SILENCIO


Tras el excesivo ruido de todas las vociferaciones opongo mi silencio.
Silencio ante el ruido de lo vacío, de lo ininteligible, de lo delirante.
Silencio como respuesta a tanta estridencia y crispada consigna; silencio, también, como expresión de mi voluntad de lejanía frente al absurdo.

Al lado de mi sentido común, enfrentaré separaciones y resentimientos.
Me niego a reflejar un entorno deshecho en pasos nunca sucesivos, en cotidianidades de barro y de ceniza, en horizontes lastrados de desperdicio, en días que no evolucionaron junto a los días.

Mi lucidez me lleva a acogerme a versiones personales de una tierra prometida y a rechazar tanta bobalicona ilusión proveniente del afuera.

Descubro que, como en el viejo cuento, frente a  mí y frente a muchos “¡El rey estaba desnudo!”.
O mejor, descubro que casi siempre los reyes han estado desnudos.

No queda sino esperar que el porvenir dicte sus conclusiones, muy lejos de la absurda entrega a los compartidos fracasos, a los rostros convertidos en mueca, a los gestos crispados de odio.

Seré mi propia referencia, lejos de tanta credulidad sinsentido, de tanto despropósito inventado por unos pocos, de tantas víctimas de la inconsistencia y la imitación.