lunes, 8 de julio de 2013

SOBRE LA UNIVERSIDAD… VII

Nuestra contemporaneidad posee un dios principal: la velocidad. Lo acompañan otras deidades: la eficacia y la competitividad; y, también, una superstición: la de la imprescindible interacción de esfuerzos y logros dentro de un orden social cada vez más interdependiente. A ninguna de esas imágenes podría ser ajena la universidad. Ella, en tanto estructura creada por el hombre para su propio beneficio y desarrollo, tiene en su vinculación al tiempo que la entorna, una esencial razón de sentido, de vigencia y de fuerza.
La cercanía de la universidad a su circunstancia socio-histórica, más que una opción, es, hoy por hoy, una necesidad. Tal vez sea mayor la urgencia en nuestras sociedades latinoamericanas, que, sin estructuras excesivamente fortalecidas por el uso o la tradición, deberían descubrir en las universidades un irremplazable espacio de referencia de su rumbo cultural. En toda universidad conviven la técnica y la ciencia, el arte y las humanidades; esa universalidad es espacio céntrico desde el cual una alta casa de estudios logra irradiar su influencia sobre la sociedad toda. En las universidades trabajan frecuentemente los profesionales mejor preparados de la sociedad, que ésta no aproveche debidamente ese potencial luce como una lamentable y grotesca falta de sentido común.