domingo, 23 de noviembre de 2014

APRENDER

Aprender: de la experiencia, de las circunstancias, de los otros… Aprender a satisfacer una curiosidad que tenga sentido, que nos resulte útil. Aprender a recoger los aprendizajes que evoca nuestra memoria y reconocer como esencial sentido de ésta el ayudarnos a conservar recuerdos destinados a acompañar nuestra existencia.
Aprender a predecirnos; a seguir el camino de nuestras preguntas tratando de entender el significado de cualquier posible respuesta. Aprender a rescatarnos de las dificultades; a buscar eso nuevo que aguarda por nosotros. Aprender la sabiduría y la prudencia. Aprender el valor de las palabras y el significado de cuantas voces nos conciernan.
Aprender a confiar en nuestras miradas, en nuestras perspectivas, en nuestras revelaciones. La genuina comprensión, intensa, luminosa, epifánica rara vez nos engaña.
Aprender a percibir la armonía que existe a nuestro alrededor y dentro de nosotros mismos.
Aprender a confiar en ciertos signos que nosotros mismos hemos creado. Signos que nos acompañan y susurran que podemos continuar la marcha de acuerdo a eso que hemos decidido ser o hemos aprendido a ser. Apoyarnos en ellos para afirmar nuestras opciones de vida; y reconocer en su virtualidad un eslabón de esa cadena que es nuestro camino.
Aprender a no desconcertarnos por la desvanecedora fuerza de lo imprevisto, a intuir un sentido para el acaso y una lógica para el impredecible después.
Aprender a diseñar un centro que sea espacio destinado a convertirse en límite esencial.
Aprender a no considerarnos nunca un ejemplo para otros.
Aprender a desconfiar de palabras como triunfo absoluto, logro definitivo, perfección, éxito…
Aprender en medio del tiento, de la mesura, del lento vislumbre de la oportunidad al alcance de nuestra mano.
Aprender por entre la suma de contradicciones y paradojas que no cesan de rodearnos.
Aprender una razón que dé cabida a los sueños y a las convicciones. Aprender a entretejer una personal comunicación con el mundo. Aprender a ver más lejos o de maneras diferentes, a intuir respuestas en la convicción de que todo saber está relacionado con la experiencia y que hay razones en la elusividad de algunas respuestas.
Aprender que el tiempo es un contradictorio enigma, pero que el presente se apoya en el pasado e impregna necesariamente ese futuro que nos resta. Aprender que hay sentido en la espera, en la paciencia, en la cautela.
Aprender que es preciso conquistar el signo ético y la humanidad que avale nuestras verdades más intensas.
Aprender a apostar por nuestros sueños. Aprender a  aceptar la diversidad, la contradicción, la compleja realidad que nos humaniza. Aprender a entender la vida bajo el significado de una independencia necesaria; se trata de sentir que nuestro camino es nuestra hechura, que nos debemos a nuestras convicciones y verdades, que nos compromete ese lugar y ese tiempo que hemos conquistado. Aprender a no temer a nuestra libertad; acaso una de las mayores esclavitudes del ser humano sea el miedo a la propia libertad.
Aprender una sabiduría que dé sentido a lo esencial. Aprender a explicarnos junto a nuestra explicación del mundo. Aprender a construir esas voces que son las nuestras; y, de ellas, aprender el sentido de la oportunidad y la exactitud. Aprender, también, el necesario y justo valor silencio; aprender a callar a la vez que vamos aprendiendo a decir.
Mi libertad, mi fuerza, mi independencia, mi dignidad… Consecuencias, todas, de ciertos aprendizajes centrales.